martes, 16 de enero de 2018

¿Insoluble o irresoluble?

Esto de intentar ser lo más preciso posible en el uso de la terminología científica tiene sus riesgos. Incluso el de hacer el ridículo. Menos mal que ser curioso por naturaleza y tener acceso permanente a la web facilita mucho la faena. 

Ayer terminé de leer una novela cuyo autor es académico de la lengua. En un momento determinado aparece el diálogo que se ve en la imagen, en el que se afirma que no hay ningún problema insoluble.


Cuando lo leí, la deformación profesional me llevó a pensar que era una colada importante, al confundir insoluble con irresoluble. Claro, los problemas se resuelven, y si no es posible hacerlo, son irresolubles.

¿Y qué pinta entonces el término insoluble? Sobre todo, teniendo en cuenta que el significado al que estamos acostumbrados es que no se puede disolver: el mármol es insoluble en agua.

Consultado el diccionario de la RAE, se admiten dos acepciones para el término insoluble: que no se puede disolver y que no se puede resolver (que no tiene solución, y que, en consecuencia, es insoluble)


Eso sí, que conste que todas las veces que leo el párrafo se me representa el problema como un pedrusco de río que no se puede disolver. 

Y para terminar de liarla, según la Iglesia Católica el matrimonio es indisoluble,  que literalmente significa que no es posible su disolución (con el sentido de separación en este caso).